ACTIVIDAD 2
“Lectura y análisis del cuento
Ante la ley de Franz Kafka”
Hoy vamos a ver adapataciones cinematográficas y trabajar sobre ello en la clase de español.
¿Quiénes conocen a Franz Kafka y su cuento “Ante la ley”?
Pues bien, Franz Kafka (Praga, Austria-HUngría, 3 de julio de 1883 –
Kierling, Austria, 3 de junio de 1924) fue un escritor praguense y su
obra es considerada como una de las más influyentes en la literatura
universal. Fue autor de tres novelas, “El proceso”
(Der Prozeß), “El Castillo”
(Das Schloß) y “América”
(Amerika or Der Verschollene), la novela corta “LA metamorfosis”
(Die Verwandlung)
y un gran número de relatos cortos. El cuento corto de quien habalremos
hoy será “Ante la ley”, una narracción que aparece en “El proceso”
sobre un asunto jurídico ya que Kafka era abogado y sus temas más
importantes eran sobre la condición humana en relación directa con un
sistema o la ley.
Y para comenzar con la actividad aquí les dejo el relato “Ante la ley”. Deben leerlo e identificar lo siguiente:
1.- ¿De qué trata el cuento?
2.- ¿Quiénes son los personajes?
3.- ¿Quién es el protagonista?
4.- ¿Qué quiere hacer el protagonista del cuento?
5.- ¿Consigue lo que quiere?
6.- ¿Cuál crees que es el mensaje de la historia?
7.- ¿Qué sensación te transmite esta historia?
Ante la Ley
Por Franz Kafka
Versión de Jorge Luis Borges, 27 de mayo de 1938 en “El Hogar”
Borges en El Hogar 1935-1958: Jorge Luis Borges. Emece. Febrero del año 2000.
“Hay
un guardián ante la Ley. A ese guardián llega un hombre de la campaña
que pide ser admitido a la Ley. El guardián le responde que ese día no
puede permitirle la entrada. El hombre reflexiona y pregunta si luego
podrá entrar. ‘Es posible’, dice el guardián, ‘pero no ahora’. Como la
puerta de la Ley sigue abierta y el guardián está a un lado, el hombre
se agacha para espiar. El guardián se ríe, y le dice: ‘Fíjate bien: soy
muy fuerte. Y soy el más subalterno de los guardianes. Adentro no hay
una sala que no esté custodiada por su guardián, cada uno más fuerte que
el anterior. Ya el tercero tiene un aspecto que yo mismo no puedo
soportar’. El hombre no ha previsto esas trabas. Piensa que la Ley debe
ser accesible en todo momento a todos los hombres, pero al fijarse en el
guardián con su capa de piel, su gran nariz aguda y su larga y
deshilachada barba de tártaro, resuelve que más vale esperar. El
guardián le da un banco y lo deja sentarse junto a la puerta. Ahí, pasa
los días y los años. Intenta muchas veces ser admitido y fatiga al
guardián con sus peticiones. El guardián entabla con él diálogos
limitados y lo interroga acerca de su hogar y de otros asuntos, pero de
una manera impersonal, como de señor poderoso, y siempre acaba
repitiendo que no puede pasar todavía. El hombre, que se había equipado
de muchas cosas para su viaje, se va despojando de todas ellas para
sobornar al guardián. Éste no las rehusa, pero declara: ‘Acepto para que
no te figures que has omitido algún empeño.’ En los muchos años el
hombre no le quita los ojos de encima al guardián. Se olvida de los
otros y piensa que éste es la única traba que lo separa de la Ley. En
los primeros años maldice a gritos su destino perverso; con la vejez, la
maldición decae en rezongo. El hombre se vuelve infantil, y como en su
vigilia de años ha llegado a reconocer las pulgas en la capa de piel,
acaba por pedirles que lo socorran y que intercedan con el guardián. Al
cabo se le nublan los ojos y no sabe si éstos lo engañan o si se ha
obscurecido el mundo. Apenas si percibe en la sombra una claridad que
fluye inmortalmente de la puerta de la Ley. Ya no le queda mucho que
vivir. En su agonía los recuerdos forman una sola pregunta, que no ha
propuesto aún al guardián. Como no puede incorporarse, tiene que
llamarlo por señas. El guardián se agacha profundamente, pues la
disparidad de las estaturas ha aumentado muchísimo. ‘¿Qué pretendes
ahora?’, dice el guardián; ‘eres insaciable’, ‘Todos se esfuerzan por la
Ley’, dice el hombre. ‘¿Será posible que en los años que espero nadie
ha querido entrar sino yo?’ El guardián entiende que el hombre se está
acabando, y tiene que gritarle para que le oiga: ‘Nadie ha querido
entrar por aquí, porque a tí solo estaba destinada esta puerta. Ahora
voy a cerrarla’.”